El sonido como onda física requiere de un medio material donde las moléculas pueden vibrar. La onda sonora, más allá de percibirse como sonido audible, nos envuelve, nos atraviesa y nos modifica. Si bien el concepto occidental de lo que significa música se remonta al término griego μουσική, el arte de las musas, para la artista tanto el sonido de factura humana como el paisaje sonoro que ofrece la naturaleza constituyen fuentes vibratorias que podemos utilizar como elementos transformadores.

Si mediante la armonía, la melodía y el ritmo que pueden crear los seres humanos podemos conmovernos al tiempo que esas ondas sonoras atraviesan nuestro organismo, lo mismo sucede con cualquier paisaje sonoro en el que estemos inmersos, en función de sus características vibratorias viviremos sus consecuencias.

En este sentido, la artista ha compuesto temas musicales donde el principal objetivo se centra en la búsqueda del bienestar interior, y serán las obras contenidas en el apartado soundscapes las que muestren entornos diversos donde el efecto armónico o no del paisaje sonoro sobre el ser humano muestre las diferencias entre ellos.